Recientemente visité la oficina de una dermatóloga en busca de un tratamiento para el cuero cabelludo. Entre preguntas rutinarias y conversaciones expontáneas, la doctora decidió echarle un vistazo a unos lunares en mi espalda. Inmediatamente me comentó que le inquietaban varios pero que había uno en específico que tenía que biopsiar al momento. Imagínense mi reacción, yo, que fui en busca de un champú, escuchando a una profesional de la piel decirme que algo en mi piel no luce bien, que me la afeitará, que debo regresar a lo que hacía sin un pedazo de mí, literalmente. Luego de explicarme las razones por las que me hacia la biopsia, procedió a anestesiarme el área y afeitarme el lunar sospechoso.
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A todos nos llega ese día en el que simplemente te sientes “down” con o sin motivo alguno. A mi por ejemplo, luego del diagnóstico, me comenzaron a visitar los inoportunos pensamientos negativos. |